Desde que estaba en el vientre de su madre Alexander Torres Díaz venía marcado con la “b” de béisbol. Sus padres de origen cubano dejaron la isla y se asentaron en Costa Rica junto a su pequeño lanzador de zurda prodigiosa que tiempo más tarde viviría una aventura inolvidable: tres temporadas en la organización de los Indios de Cleveland (2006-2009).
A pesar de que el sueño de cualquier pelotero es ser firmado, Torres a sus 16 años no le pasaba por la mente que algún equipo se fijaría en él. Pero como los planes de Dios son perfectos Alexánder llegó como invitado a una clase de béisbol impartida por panameños y cubanos y en dicha cita estaba un visor de los Indios de Cleveland.
“Yo llegué más que todo a ayudar, a que los instructores enseñaran cómo se debía lanzar, pero al final de la clase el visor de apellido Salinas se acercó y me dijo que tenía talento y me invitó a ir a Panamá donde llegarían scouts de los Indios, Atlanta y Boston. Mis padres y yo fuimos a suelo panameño, los scouts me vieron y firmé con los Indios”, indicó Torres, naturalizado costarricense desde mucho antes de firmar.
El zurdo arrancó la travesía en la liga Rookie de Dominicana como relevo largo y su buen paso le permitió ascender a quinto abridor.
“Me fue bien la verdad y cuando pasé a quinto abridor conseguí en la primera temporada seis victorias y dos derrotas. La adaptación como todo no fue sencilla porque ya uno juega todos los días, se cambia el chip, se ve el béisbol como un trabajo y no como un hobbie. Además la comida, el clima, los horarios, todo cambia y hay que afrontarlo con mentalidad positiva”, sentenció Torres.
Para la segunda temporada el lanzador tico fue enviado a Venezuela a jugar una liga paralela a la Primera División de ese país y en el que están involucradas las organizaciones de Grandes Ligas.
“Gracias a Dios me fue bien porque entré como tercer abridor de la rotación, algo que me emocionó mucho, gané como siete partidos”, recordó.
Cuando se es firmado el beisbolista no solo lucha por ascender de categoría sino que debe aprender a sobrevivir. Según Torres en ese tipo de ligas se hacen pocos amigos, cada quien en lo suyo. “La parte mental es clave, no sirve de nada tener condiciones si no manejas bien las emociones”.
Para la tercera campaña Torres tuvo una experiencia inolvidable: los Indios lo cedieron por varios partidos a los Navegantes de Magallanes, equipo de la Primera División de Venezuela.
“Esta etapa me marcó mucho y nunca la olvidaré. Viví el mejor partido de mi carrera como lanzador, el clásico venezolano entre Navegantes y Leones de Caracas. Me tocó de relevista y cuando dijeron ‘Alex caliente’ las piernas me empezaron a temblar, no lo podía creer que iba a lanzar en un estadio con semejante rival. La verdad que estaba con miedo y más cuando vi la batería del rival con tres leyendas de Grandes Ligas, Marcos Scútaro, Omar Vizquel y Bobby Abreu. Pese a ser un jovencito que venía de la liga Rookie lancé dos inning y solo Vizquel me metió un hit. Después sí ya me empezaron a meter bastante y tuve que salir”.
En suelo dominicano y venezolano los firmados eran respetados por la afición a tal punto que cuando un jugador ingresaba a un restaurante el mesero lo trataba diferente. “Sí la gente te ve con otros ojos, te hace sentir como importante, yo lo asumí con responsabilidad y humildad”.
Las instalaciones de entrenamiento también iban acorde al profesionalismo. Tres uniformes para jugar, dos para entrenar y un camerino privado para cada jugador. “Uno no tenía que preocuparse por la ropa, los spikes, yo solo llegaba jugaba y al día siguiente el uniforme colgaba donde lo dejé, pero limpio”, recordó el zurdo.
A pesar de los buenos momentos de campañas atrás Torres también experimentó bajonazos en algunos partidos y el hombro ya no era el mismo. No vio positivo sus números y decidió regresar al país.
“Un momento muy duro para mí, es cierto que tuve grandes experiencias, pero uno ve si hay o no chance y sentí que no iba a pasar de ahí, aparte de que usted ve los jugadores que se van proyectando. Le dije al equipo que no iba a continuar y me vine a Costa Rica para terminar mis estudios. No sé qué hubiera pasado en mi vida si me quedo, aún así no me arrepiento de la decisión que tomé”, apuntó Torres.
A pesar de que no se encuentra activo, Torres sueña con vestir la casaca de la Selección Nacional en los Centroamericanos 2017. Tiene 26 años, casado, y trabaja en el Poder Judicial.
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