Arquitecto: ‘profesional que se encarga de proyectar, diseñar, dirigir y construir estructuras de diversos tipos, además de su mantenimiento’…
¿Y qué tiene que ver esta palabra dentro de la vida del pelotero Andrés Marín Ramírez?
Muy sencillo, este joven de 18 años de edad proyecta cada cosa que se propone dentro y fuera del diamante, construye en cada entrenamiento, en cada partido y en cada batazo una nueva historia, dirige su vida por la senda correcta y le da mantenimiento a su talento deportivo para no ser uno más del montón.
Además, por si fuera poco ya tiene claro que cuando saque el bachillerato irá a la Universidad a estudiar arquitectura, profesión que heredará de su madre Tania Ramírez.
El atleta más destacado Sub 18 de los pasados Juegos Deportivos Nacionales vive sin complejos cada minuto de su existencia. Desde niño proyectó que el bate y la pelota se iban a convertir en sus amigos inseparables. Ya a los cuatro años recibió su primer guante, pese a que en la familia también imperaba el gusto por el baloncesto.
“Yo digo que nací beisbolista, mis tíos de parte de mi mamá jugaron, uno de ellos, Luis Mario fue a un Mundial, así que ya lo traía. Por ahí mi padre le gustaba el baloncesto, lo intentó, pero no pudo convencerme. Estuve un tiempo en karate, lo combiné con béisbol, sin embargo, se me presentó una lesión y me dijeron que debía escoger: la mejor elección fue el beis”, relató Marín, oriundo de San Pablo de Heredia y quien nos recibió en su casa de habitación para hablar de su rostro dentro y fuera del deporte.
Piensa en el deporte de la pelota chica las 24 horas del día, se levanta a las 545 am, se va al colegio y ya a las 4 de la tarde está listo para ir a entrenar o jugar. Su cuarto está lleno de trofeos, gorras, bolas, cualquier souvenir que trate de esta disciplina.
En los pasados Juegos se llevó prácticamente todos los premios al mejor jugador en average de bateo, slugging, carreras impulsadas, anotadas y al más destacado de todo el torneo. Pero, para lograrlo ha ido construyendo con bases sólidas su rendimiento, pues antes no era de los jugadores que sobresalía, por el contrario, tuvo que luchar contra algunos estereotipos por ser un joven de contextura gruesa.
“De los 9 a los 12 la gente me veía gordo, por genética soy un poco grueso, pero con el pasar de los años he aprendido a comer mejor, a cuidarme, con el béisbol en cinco años he crecido unos 28 cm. Soy alto y grueso. Igual siempre he tenido claro que en esto no importa si eres gordo o flaco lo que vale es el rendimiento”, apuntó Marín, quien no teme en decir cuál ha sido el momento más dulce en este deporte.
“Claro mi primer jonrón, el 24 de enero de 2014 en la cancha de Santo Domingo, llegué con poca expectativa, aun así pegué un batazo y me fui pasando las bases hasta que ya vi que la había sacado”, recordó.
De los momentos tristes también se ha fortalecido, Marín comentó que la muerte de su tía Yorleny Marín por cáncer lo hizo madurar y en honor a ella se tatuó el número 26 en el pecho y es el número de camiseta que utiliza en cualquier partido.
“Ella era la tía preferida de todos, una gran persona, fue duro perderla, su fecha de cumpleaños es 26 de setiembre por eso uso ese número”, acotó.
Así como muestra dedicación en el deporte lo hace en su vida privada, busca que todo esté ordenado en su cuarto y estudia con responsabilidad para ser profesional.
“Si hay algo que no les gusta a mis papás es el desorden, Dios guarde deje el cuarto sin arreglar o los platos sucios”, indicó el pelotero.
Andrés es amante de las pastas, le encanta ver una y otra vez la película “Un Sueño Posible”, no es católico, no tiene novia y su talento oculto es la pintura y el dibujo, incluso de niño pintaba al óleo. Sus confidentes son Valeria Artavia y Brenda Mora aunque no son fieles seguidoras del beis.
Reconoce que es supersticioso: “soy de las personas que si en el primer inning pego hit me pongo el mismo casco y agarro el mismo bate para el siguiente turno, siempre hago la señal del número 26 en la arena y hasta tengo un orden establecido para ponerme los implementos”.
Andrés Marín, quien juega para la Asociación de Santo Domingo, primera base, sueña con ser profesional también en la pelota chica y si no se da igual continuar con el proyecto de ser un gran arquitecto. Día a día fortalece sus ilusiones y sus brazos para no dejar de pegar buenos batazos.
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