“Dicen que la vida tiene muchas cosas ya escritas para cada persona. La primera Serie Mundial de béisbol que vi siendo niño fue la de Piratas y Orioles en el año de 1979. Quien iba a decir que años después yo estaría firmando un contrato para los Piratas”… Coincidencia, destino, plan de Dios, póngale el nombre que quiera, la carrera de Juan Antonio Villalobos tenía que ser recompensada, su esfuerzo, su valentía y talento en la lomita lo llevaría a tener el privilegio de formar parte de una gran organización de Grandes Ligas como los Piratas de Pittsburgh en 1983. Fueron 12 meses intensos, de grandes de experiencias, y que hoy a sus 51 años recuerda como si fuera ayer.
En Barrio La Cruz, cuna de grandes beisbolistas como Juan Martínez, Rigoberto Morris, Napoleón Garrido, Armado Steward, Luis Rojas, Mario Guzmán, Harry Fernández y Eliseo Sandoval, Villalobos creció a la par de un guante y un bate y jugó al lado de esa constelación de estrellas en equipos y Selección Nacional.
La estampita de la Magnífica Medalla Milagrosa no podía faltar en su bolsillo, fue un regalo de su abuelita para que lo cuidara en toda esta travesía, que arrancó en un juego en el que Villalobos actuó como refuerzo.
“Esto se dio por una visita que realizaba el equipo de Limón Envaco, en aquel entonces ellos iban mucho a realizar fogueos y siempre llevaban refuerzos de San José. Ese día me tocó lanzar y ponché a 18 jugadores, pero el partido lo perdí 1 a 0. Ahí se encontraba el ‘scout’ Calvin Byron y él mostro interés en firmarme para la organización de los Piratas”, recordó Villalobos.
Tras ser visto el ex lanzador tico, con 17 años de edad en esa época, y Byron se pusieron de acuerdo.
“Mi estadía con los Piratas fue en Miami propiamente en Sarasota. Las instalaciones eran increíbles. Había 4 canchas de béisbol de primer nivel, los apartamentos donde habitábamos no le hacía falta nada y la alimentación excelente”, apuntó Villalobos.
Se adaptó rápido al cambio de vida y no tuvo problema con el idioma porque los “coaches” eran puertorriqueños. Claro, en ese entonces muchos de sus compañeros ni siquiera sabían dónde quedaba Costa Rica y menos de que “aprendimos a jugar béisbol”. Tampoco cambió mucho la forma de lanzar porque su formación como beisbolista era sólida.
“En la parte correctiva a Dios gracias los fundamentos que tenía me ayudaron bastante para realizar el trabajo diario. Esto gracias a los entrenadores que tuve como por ejemplo Rigoberto Morris (qdDg) y Harry Fernández. Ambas personas han sido formadores de seres humanos que la vida y las personas que estuvieron cerca de ellos solo queda estar muy agradecidos”, sentenció Villalobos.
-¿El momento más dulce? “Mi primera aparición con los Piratas. Normalmente cuando llegaba al “club house” uno tenía que revisar si ese día estaba en juego y si no estaba había que entrenar. Ese día yo tenía que estar en partido, pero no sabía si tenía que jugar. Ya en el juego el ‘coach’ llamó a un jugador, pero ese no tenía los spikes puestos y el ‘coach’ al ver esta situación volvió a ver a un lado y me dijo ‘vaya caliente’ y así fue como realicé mi primer relevo”, respondió.
-¿Y el más amargo? “No poder seguir en los Piratas. El equipo para ese entonces tenía problemas financieros y lo vendieron, por lo que hubo recortes en todas las categorías. Lastimosamente el ‘scout’ Calvin Byron estaba en conversaciones con las Medias Rojas de Boston y los Cardenales, pero esto se frustró por el fallecimiento del ‘scout’, fue triste cortar así esa experiencia”, relató el ex beisbolista.
Su paso por los Piratas le dejó amigos y conocidos: “uno se topaba a grandes glorias del béisbol, nosotros convivíamos con gente de los Bravos de Atlanta y ahí estaba el jugador Tom Glavine, quien fue toda una historia de Grandes Ligas. Conocí también al hijo de Roberto Clemente”.
Luego de su aventura en Miami, el conocido y querido “Topo” jugó con Santo Domingo y la Universidad Nacional. Ahora sueña con que su hijo siga los pasos en el diamante.
“Hay algo que me dejó marcado, mi hijo Juan Pablo cuando iba a cumplir los dos años estaba pegado al pecho de su mamá y cuando encendí el televisor para observar un juego entre Yankees y Boston él se despegó y se quedó viendo por varios minutos el partido con un interés que yo todavía me pregunto por qué. Vamos a ver qué dirá la historia y el futuro, hoy mi hijo tiene 8 años y ama el béisbol”, finalizó Villalobos.
Juan es programador de sistemas y redes.
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